jueves, 10 de julio de 2008

Escenas de caiz

¿Pretendes espiarme? Preguntó alegre y con voz ebria

Pretendo contarte un cuento. Un cuento triste. El cuento de una muchacha que se enamoró de un chico y cambió totalmente por el. Y el día que quiso decirle cuán importante era para ella, cuanto había trastocado lo seguro en ella, se enredo con las palabras, lo miró fijo y se fue.

Es increíble – dijo – es tan, tan triste.

Tiéndete en el suelo le pedí, no abras la puerta del baño, le rogué…

Una mujer desnuda es un laberinto. Eso pensaba el muchacho. Acuéstate en el suelo. Él era un buen chico pero estaba muy confundido. ¿Estas ya acostada? Bien. Ella era una buena chica pero tan tímida que después no supo como explicar a Él lo que sentía. El no escuchaba, se había zambullido en sus propios pensamientos y empezaba a cuestionarse de todo, incluso sus sentimientos. Le pidió un tiempo y le destrozó el corazón. Pero a veces hay que ser egoístas para ser feliz pensó. Durante el tiempo el muchacho se convenció de que la muchacha era buena, pero también decidió no continuar con alguien que ni siquiera sabía como comportarse. No se dejó conmover por las lágrimas de Ella, aunque Ella nunca lloró. No se dejó acosar, aunque Ella no lo acosó. Quiso pensar que esa “relación” fue bonita sobre todo porqué fue breve y quiso olvidarlo, recordarlo como un sueño que es lo mismo que olvidar… pero no fue un sueño. Y la muchacha lo sabía. Lo sabía bien. Era lo único que sabía. Pero después de todo no fue una tragedia pues solo estuvieron… ¿sabes cuanto estuvieron? Un día, menos aún de un día, sabes, nada puede suceder en menos de un día ¿no es cierto? Los pájaro demoran más en sus migraciones y ese chico era un pájaro. Es triste ¿no? A veces me pregunto que será del muchacho y de la muchacha. El ni Ella importan, solo tiene existencia en el relato y después no interesa, como si su vida hubiera terminado aquí. También esta historia ha terminado. Me gusta haberte contado esta historia.

domingo, 6 de julio de 2008

Conversa con Osvaldo Reynoso

Ayer después de una semana de tristezas, tenía planeado ir a un concierto pero por esas cosas del destino no se pudo concretar, entonces como las mejores cosas de la vida terminé de casualidad en un bar el ex mosquito un bar barranquino chiquito pero acogedor, en ese bar se iba a presentar el libro del joven y muy guapo escritor peruano Mariano Vargas, la presentación del libro fue muy interesante Mariano habló sobre su libro “Los mutantes” una novela muy arriesgada donde se mezclan diversos estilos, teatro, música, narrativa, definitivamente un libro tan bueno como el autor.
Los comentarios estaban a cargo del respetado, admirado, venerado escritor peruano de la década de los setenta Osvaldo Reynoso. Reynoso nos habló de la literatura, de las clases de influencias que los escritores tienen, alabó el libro de Mariano por lo arriesgado e innovador que es, hasta esos momentos esta mortal se encontraba escuchando obnubilada por las palabras de Osvaldo y la belleza de Mariano.
Terminó la presentación del libro, llame por teléfono para ver que otros planes salían pero por azahares del destino volví al T Rex donde se encontraban unos amigos, como el lugar estaba lleno el único lugar disponible era al costado de Reynoso, con un poco de inseguridad y nerviosismo me acerqué a Reynoso a preguntar si podía sentarme ahí, con el tono más amable que he escuchado Reynoso me invitó a sentarme a su costado, y ahí empezó una muy bonita amistad que espero que se conserve.
Osvaldo como me pidió que le diga porque no le gusta sentirse viejo, me dio muchas lecciones de vida esa noche que han quedado rondando en mi cabeza, me habló de la vida y la muerte, de los muchachos pretenciosos que se creen escritores en estos días, lo que más me agradó es que no quiso hablar de literatura, no más literatura, ahora quiero ser simplemente Osvaldo, véanme como un joven más nos dijo, y nosotros le hicimos caso, nos invitó cerveza y nos habló de una de sus más grandes pasiones no conocida por muchos… la comida.La comida para él no es sólo el acto reflejo de engullir vorazmente cuantas cosas caigan a tus manos, la comida para Osvaldo es un arte tanto de cocinar como de degustar, es una alquimia de sabores.
Reynoso me contó la historia de la esposa de su hermano esta historia me gustó tanto que será la historia que cuente hoy, espero que les guste tanto como a mí me gusto oírla.Hace ya un tiempo por allá en los 40 la sociedad no era tan tolerante como ahora y a las mujeres no nos dejaban disfrutar de nuestra sexualidad plenamente como ahora, por esos tiempos una joven llamada Clorinda se enamoró de un apuesto viajero el cuál con promesas de amor eterno y de matrimonio logró que Clorinda se entregará a él.
Cuando Clorinda se sentía más enamorada y segura que nunca del amor que le tenía este joven viajero fue a encontrarse con él en el lugar donde siempre se encontraban en el descampado de la hacienda e sus padres, ella espero, espero y espero, pero él nunca llego, el viento de otoño se lo había llevado, ella resignada volvió a su casa con lágrimas en los ojos, con la esperanza de que este no se hubiera ido.
Pero los días pasaron y él nunca llegó, y como ninguna tragedia llega sola, por todo el pueblo empezó a rumorar sobre el romance de Clorinda y el viajero, hasta llegar a los oídos de sus padres, su papá enfurecido la cogió del brazo y la llevo a un convento para ser monja de clausura.
El tiempo pasó y ya nadie se recordaba de Clorinda, su hermana menor ya se había casado y tenía hijos, ya nadie se acordaba de la pobre Clorinda que sola y triste solo vivía de los recuerdos vividos, añorando los días de libertad maldiciendo el destino que la hizo juntarse con aquel joven, así fueron pasaron los años… Clorinda ahora ya tenía setenta y cinco años se encontraba con la salud resquebrajada, más enferma que nunca ya no tenía fuerzas, ni ganas de vivir, entonces juntó las pocas fuerzas que le quedaban e hizo un paquete el cuál pidió a la hermana superior que cuando falleciera se lo diera a su hermanita. Luego de dos semanas de sufrimiento Clorinda falleció y el paquete fue entregado a su hermana ahora ya de setenta años.
El paquete consistía en un libro donde Clorinda le había dejado innumerables recetas de comida que databan dl silgo XVI, el convento donde estaba en su natal Arequipa se caracterizaba por su comida, y los no revelados secretos, guardados bajo el más infinito secreto, Clorinda los había revelado, ese fue su más preciado secreto durante los años de encierro en esa especie de cárcel recopilar cuanto pudo de la comida tradicional para mostrarlos al mundo.
Con Osvaldo aprendí ese día ha preparar Ocopa de otra manera, chupe de camarones, sopa de cebolla, pastel de papas, sopa de chairo, sopa blanca y alfajores, todo tan diferente a los platos que ahora levan esos nombres Osvaldo el cuál era cuñado de la hermana de Clorinda ahora tenía en su poder esas recetas.
Ayer cuando nos despedimos Osvaldo me dio su dirección y yo le di mi teléfono, prometió invitarme a almorzar, prometió cocinarme alguna de esas recetas tan interesantes como antiguas, espero que se concrete ese almuerzo, que se cumpla esa promesa, nos prometió a mi y a mis amigos prepararnos una rica Ocopa, chupe de camarones con pastel de papa, el sólo pensarlo se me hace agua la boca…así que cuento los dìas las horas, los minutos, los segundos para que se concrete el encuentro prometido