viernes, 29 de agosto de 2008

carta para no ser abierta

Al fin la tristeza es la muerte lenta
de pequeñas cosas
esas cosas simples que quedan doliendo
en el corazón…
Por eso muchacho no partas ahora
soñando el regreso,
que el amor es simple
y a las cosas simples las devora el tiempo

Eso que debió ser simple, que debió comenzar con una sonrisa, con un gesto tierno con una caricia un abrazo, se torno oscuro, del ocre al gris… del gris al negro, eso que debió ser tierno y lindo, se diluyó tanto pero tanto, que quedaron manchas en el trabajo prolijo de niñito primer puesto de la clase.
Y no hubo un comienzo ni un adiós, simples salidas prolongadas, simples salidas que nos desgastaron que nos dejaron incómodos, sin poder mirarnos a los ojos nuevamente, sentados uno frente al otro sin conversar, sin poder conversar con tranquilidad, con la incomodidad frente a nosotros, sin saber como tratarte
Pero que éramos ¿amigos, salida, amigos con beneficios? ¿pareja?... no eso nunca estuvo en nuestros planes, pareja jamás, te cerraste a conocerme, te cerraste a dejarte querer, y así estuvimos andando por arenas movedizas, y caminábamos distantes largos trechos, pensando yo en mi ignorancia creyendo que había logrado salir de todo, tenerte lejos era la solución, pero de pronto y sin pensarlo estaba ahí volviendo tontamente a tus días, velando tú sueño, una que otra noche que nos dejamos llevar.
Pero el tiempo pasaba y mientras me besabas a mi, y aunque no había promesas de amor, ni mucho menos, al menos un poquito de respeto pensé que podía existir, pero no existió y me dio pena, ya no te considere ni siquiera como un amigo porque a una amiga no la dejas en situaciones tan incómodas como me dejaste a mi…besándome un momento y a los cinco minutos frente mío besándola a ella, diciendo que la quieres, que a la amas gritando “kuyay”.
Y aunque el tiempo ya pasó y conocí a otras personas, como al muchacho de Paris que mandaba cartas y flores todas las tardes de todos los viernes, el muchacho de sierras y selvas compartidas de debates sobre el indigenismo, y ahora el muchacho del café, que todas las mañanas religiosamente desde abril hasta agosto, llega con una taza de café para despertarme, me esconde los cigarros, que aprendió a escuchar gusanos…Y ahora estoy dejándome querer, dejando que se enamoren de mí, y no sé si algún día me volveré a enamorar, si algún día volveré a querer, si funciona el “si te quieren quiere”, la verdad no lo sé, siento que estoy creciendo, que logré salir de situaciones incómodas, que logré salir de las arenas movedizas, que logré despedirme de ti sin que te dieras cuenta, que no fuiste tan importante como pensé, que soy más egoísta de lo que pude imaginar, que prefiero reír a llorar… y mientras ría seré feliz… que prefiero los días de lluvia que los días soleados, que prefiero ver el amanecer desde la ventana de mi casa que desde cualquier otra… y sólo te digo para la próxima vez que salgas con alguien te fijes un poco más en sus sentimientos y recuerda “el amor es simple… no te compliques”
Y tal vez esta carta nunca te llegue y será lo mejor…

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